Dylan, Bob Dylan
Dylan, Bob Dylan
Premio Nobel de Literatura 2016: Bob Dylan.
Imaginemos, querido lector, que somos cantautores o compositores o un directivo de una compañía de discos o un locutor musical…, nuestra opinión sobre este premio Nobel sería, lógicamente, que es un merecidísimo reconocimiento hacia el mundo musical, que por fin la música cruza el umbral del mundo de la cultura ‘seria’.
Imaginemos ahora que somos escritores, filósofos, poetas o periodistas. La primera pregunta que nos plantearíamos sería: ¿pero, es literatura la letra de una canción? ¡Ay, qué pregunta más peliaguda! Y la segunda pregunta sería, ¿pero, cuántos libros de poesía ha publicado este artista como para recibir este premio?
Si algo nos caracteriza a Entrecomillas, aparte de que nos gusta hacernos preguntas, es que nos encanta vivir en nuestro tiempo, en 2016, y aquí es donde nos encaja Bob Dylan. Este premio literario se le ha concedido a un artista de nuestro tiempo: a un cantautor folk con muy poca obra literaria al uso publicada. Eso sí, sus letras las colocamos en el casillero The best songs lirycs. Sin dudarlo.
La Academia, al conceder este premio, ha considerado que la literatura no solo puede manifestarse a través de un libro, de un blog, de una obra de teatro o de una noticia en el periódico, sino también a través de una canción. Es la primera vez que el Premio Nobel de Literatura no va a parar a un literato en el clásico sentido de la palabra, sino a un artista en el sentido actual de la palabra, una persona que se sale de los cánones de referencia de los premios Nobel. La Academia ha abierto una brecha, y eso a Entrecomillas nos encanta. La Academia está atenta y viva, se equivoque o no. Si echamos fríamente la vista atrás, ¿cuántos Premios Nobel de Literatura creemos que se han concedido inmerecidamente? Alguno que otro y alguno más. ¿Y cuántos Premios Nobel de la Paz se han concedido inmerecidamente? Alguno que otro también y alguno más….
Desde aquí felicitamos a Bob Dylan, pero sobre todo a la Academia por su arrojo en su elección (fallida o no) y, en cualquier caso, por el acierto de premiar a la literatura hecha canción.